Ya que las circunstancias me hacen imposible estar presente en este momento doloroso, agradezco al P. Christian por leer estas líneas en mi nombre, y elevar junto a Inés, mis primos y toda la familia, una oración por el alma de Fernando.
Su partida convoca en mi corazón tantos recuerdos de su influencia en mi vida… Su modo de tratarme cuando era chico, con una especial solemne seriedad. No muchos adultos toman a los chicos en serio, sobre todo si no son los propios.
Fernando sí lo hacía. Recuerdo con especial cariño los partidos de ajedrez que disputábamos, yo siempre perdiendo, pero acercándome un poco más a la victoria. Jamás me dejó ganar (creo); me tomaba en serio.
Atesoro su amor por la vida, su asombro filosófico, su interés por los más variados temas: desde la historia política, el derecho constitucional y la economía, hasta el conocimiento de las aves, las plantas, la cosecha de la miel, los caballos… nada había que no le interesara. Recuerdo muchos diálogos al comienzo de mi vocación sacerdotal, en los cuales Fernando quería saber qué hacía yo, cómo, por qué, con qué resultados… siempre escuchando con respeto y de nuevo, seriedad.
Fernando era, además, siempre interesante. Combinaba su cultura con cierta chispa cordobesa, cierta mordacidad entre dientes y cierta provocación intelectual en sus preguntas, que enriquecían sus diálogos.
Tuve el honor de trabajar con él en el Senado. Allí pude ser testigo de su solidez académica, de su intenso ritmo de trabajo, de su compromiso cívico y de su espíritu republicano. Asimismo, de su amor por los pobres, por las comunidades nativas, y su especial cuidado de los mayores.
Su desempeño político al servicio de la patria será puesto en perspectiva con el tiempo. Brillarán cada vez más su ejemplo de austeridad y de honestidad en el ejercicio de las más altas responsabilidades, y quedará viva su memoria como un ejemplo de que la autoridad es siempre un servicio.
Finalmente, doy testimonio de su respeto por la fe católica, por la figura del Papa, de los obispos, de los sacerdotes. Pude conversar hace poco con él. Hablamos como dos creyentes. Uno que se prepara para partir, otro que intenta despejar caminos. Le ofrecí el Sacramento de la Unción, a lo que me respondió: “Por supuesto!”
Guardo en nuestra Iglesia de Pilar la custodia que me regalaron con Inés, bendecida por San Juan Pablo II. ¡Que San Juan Pablo II, que lo recibió en el Vaticano, salga a recibirlo también en el Cielo!
Querida Inés; queridos Agustina, Antonio, Aíto, y todos, les mando un fuerte abrazo, les aseguro mi oración por él y por ustedes. Lo tendré presente en la misa de cada día, como única intención durante el mes de julio.
Dios es providente, y creo que es un signo claro de su Providencia que se lo llevó el día de la Patria, casi como una salva celeste!
Dice Jesús, en el Evangelio de Juan:
“No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.”
Amén. Así sea para Fernando, y para todos nosotros.
*presbítero Iván Pertiné
Excelente y emocionante despedida para un presidente que recordaremos por su honestidad y por sus valores
Me gustaMe gusta